Últimamente, la inteligencia artificial ha consguido grandes progresos. Sin embargo, las capacidades de los robots autónomos todavía están lejos de las expectativas. Se necesita una revolución para hacer frente a todos los desafíos, y todo parece indicar que los insectos tendrán una gran importancia.
Las grandes ideas en IA parecen venir en épocas. En la década de 1950, se decía que para conseguir una máquina inteligencia sería necesario escribir suficientes reglas y condiciones para simular una verdadera inteligencia. Pero sus limitaciones rápidamente se hicieron evidentes, porque cualquier situación que no pueda dividirse en una regla básica está fuera de su alcance.
En la década de 2000, comenzó la época del aprendizaje profundo. En lugar de seguir reglas para realizar tareas específicas, estos sistemas siguen reglas para aprender a realizar las tareas por sí mismos. Este enfoque se remonta a la década de 1980. Sin embargo, se puso en práctica cuando los ordenadores eran lo suficientemente potentes como para aprender, y aún así, también aparecen limitaciones.
El aprendizaje profundo
Los sistemas de aprendizaje profundo comenzaron imitando la corteza visual de los primates. Hacen un trabajo simulando la percepción humana, como el reconocimiento de imágenes. Esta técnica hizo posibles asistentes digitales, como Alexa de Amazon.
Pero la inteligencia es más que una corteza visual. Los algoritmos de la segunda época pueden llegar a ser buenos en una tarea, pero fallan completamente en otra similar. Cualquier robot decente debería ser capaz de usar y adaptar lo que ya sabe para abordar cosas que nunca ha encontrado antes.
¿Y la tercera época?
Los expertos coinciden en que la tercera época se basará en la naturaleza. Observar y aprender de la naturaleza podría mejorar la IA. Tomemos las abejas, por ejemplo. Estas pequeñas criaturas son extraordinariamente buenas navegando por su entorno. Pueden reaccionar a nuevas situaciones y adaptar sus comportamientos a medida que cambian de entorno.
Estos insectos tienen éxito con sólo un millón de neuronas en sus diminutos cerebros. En comparación, la IA de aprendizaje profundo puede requerir cientos de miles o incluso millones de neuronas para realizar una sola tarea. Con los insectos, la capacidad de recrear sus cerebros usando software no está muy lejos. Los investigadores han estado trabajando en la replicación de los cerebros de las abejas de silicio.
Imitando las abejas
Hasta ahora, los investigadores han rediseñado parte del sistema visual, los centros de navegación y memoria. Esto ha creado un dron totalmente autónomo en el laboratorio con un chip integrado que lo dirige para evitar obstáculos en vuelo.
Los algoritmos de retroconcación son extremadamente eficaces. Utilizan aproximadamente el 1% del poder informático del aprendizaje profundo, mientras se ejecutan más de 100 veces más rápido. También son mucho más robustos para hacer frente a situaciones desconocidas, como lo harían los cerebros de las abejas. Los siguientes pasos en este enfoque son desplegar más capacidades cerebrales de abejas en silicio y sacar drones del laboratorio. La próxima época de progreso de la IA bien puede estar al alcance de la mano.